Normalmente al comenzar un nuevo proyecto creemos ser conscientes de la cantidad de trabajo necesario para ponerlo en marcha, aunque una vez en movimiento, el golpe contra el muro de la realidad no suele tardar mucho. Por eso, un emprendedor debe tener un estómago de hierro y la habilidad de vivir con una serie de incertidumbres constantes. Antes de adentrarnos en lo desconocido y empezar nuestra propia empresa, deberemos preguntarnos a nosotros mismos si estamos preparados para la presión que ello supone. Tenemos que estar seguros de poder afrontar las cargas de trabajo y responsabilidades de un proyecto propio, por lo que tendremos que centrarnos en nuestras motivaciones y aptitudes, y crear un plan de trabajo lo más detallado posible.
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